AVATAR:: entre la fantasía y la realidad,pelicula que promete ser la sucesora de Titanic
Por:Karla López y Alejandro Flores La espera llegó a su fin. Los fanáticos de James Cameron podrán adentrarse en el sueño que el cineasta concibió desde hace más de una década y que tuvo que “enlatar” debido a que la tecnología no era lo suficientemente avanzada para darle forma a su ambicioso proyecto: “Avatar”.
Tras su espectacular estreno en Londres, la cinta fue calificada como la digna sucesora de Titanic, y es que la expectativa es grande, pues esta historia fantástica tuvo un costo de U$350 millones (contra US200 millones de su antecesora).
Y fiel a su costumbre, Cameron regresa a lo grande, pues “Avatar” es la primera producción realizada totalmente en tercera dimensión.
Uniendo personajes generados por computadora y actores reales, cuenta la historia de un ex marine que logra infiltrarse en el pueblo nativo Na'vi en un lejano planeta para ayudar a corporaciones a extraer un tipo de mineral, pero termina luchando a favor de la raza de extraterrestres.
“Es un modo de conectar un hilo a través de la historia. Llevo ese hilo atrás a los siglos XVI y XVII y a cómo los europeos en gran medida se adueñaron de América del Sur y Central y desplazaron y marginalizaron a los indígenas allí”, señaló su creador.
La apuesta está en el aire y hasta el momento, parece que Cameron ha logrado “echarse a la bolsa” a quienes han atestiguado su regreso. La taquilla hablará por sí sola a partir de este 18 de diciembre.
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La producción demoró cuatro años.Participan Sam Worthington, Zoe Saldana y Sigourney Weaver.El 60% de la filmación se hizo con animación digital, conocida como captura de movimiento.
Para el estreno Twentieth Century Fox unió fuerzas con YouTube para que los internautas pudieran tener acceso a la alfombra roja en Plaza Leicester en Londres.
La prensa no pudo cumplir con el embargo sobre los comentarios de la cinta a la que escribieron como un "espectáculo irresistible" y calificar a Cameron, "el rey del mundo".
Cine para el siglo XXI
Avatar, la nueva película de James Cameron, pasará a la historia por ser un carpetazo radical al cine de ciencia ficción que usted no puede perderse. Además, a partir de esta película, el cine se aproxima a la vida y cuando nos habíamos acostumbrado a que el cine de Hollywood no aportara nada más que en términos superficiales, ésta historia concita la reflexión profunda, el entusiasmo vital y el desencanto humano a partir de provocar en el espectador todo un caudal de emociones.
Avatar es un carpetazo no por confirmar una estrategia publicitaria, la cual por lo demás resulta del todo cierta, sino por dos aspectos, el primero de ellos es el más obvio: antes de Avatar los efectos especiales permanecían en el ámbito efectista y efectivo, subordinados a la verosimilitud de la trama pero ahora son el sustento que produce una nueva estética visual que establece una comunicación abierta y biunívoca con el espectador, es decir la verosimilitud de la historia regresa al terreno de lo estrictamente narratológico y el efecto especial adquiere un valor ético y estético que no busca convencer al público sino hacerlo vivir, de esta forma a partir de los recursos técnicos el cine se convierte por fin en una experiencia de vida, el espectador realmente puede llegar a sentir que otro mundo, y otros mundos, son posibles, se pueden ver, se pueden oler, se pueden sentir.
La anécdota ocurre en el año 2154, cuando los hombres han explotado durante tres décadas el satélite Pandora, ubicado en una galaxia lejana, y con condiciones similares a la Tierra. Para entonces el petróleo se ha terminado y los humanos han suplido sus necesidades energéticas con unobtainium, mineral que se acumula en cantidades industriales bajo las vírgenes tierras de los Na´vi, aborígenes que pueblan el satélite.
Los humanos cuentan con una base militar y científica en el nuevo planeta y buscan conquistar el territorio de uno de los clanes de Pandora que viven en un árbol sagrado de enormes dimensiones, bajo sus raíces se encuentra uno de los yacimientos más ricos del mineral anhelado por los humanos.
La científica Grace Augustine (Sigourney Weaver) se encuentra al mando de las investigaciones para conocer el funcionamiento del ecosistema y de la especie de los Na’vi. Jake (Sam Worthington), un joven veterano de guerra que ha perdido la movilidad de sus piernas, llega a la base por casualidad y formará parte de una expedición ingeniada por los científicos que le cambiará la vida.
Cada uno de los científicos, incluido Jake, cuenta con un avatar, una réplica de un Na’vi creada a partir de mezclar el ADN de esta especie con el de los humanos. Los científicos son conectados en una especie de incubadora a un programa en el que se les induce pérdida de conciencia y por medio de un ordenador despiertan en el cuerpo de su avatar respectivo. Por un momento nos sentimos en Matrix.
Desde el principio sabemos quién será el héroe: Jake, y cómo dudarlo si al ser conectado con su avatar es como si volviera a nacer: encuentra una nueva oportunidad para reasignarle valor a la vida, cuando después de quedar inválido ha sido convertido en inútil, inoperante para la guerra y para amolarla ha sufrido la muerte de su hermano. Jake despierta convertido en un ser azul de más de tres metros de altura, con cuerpo atlético, sentidos refinados, capaz de establecer conexión sensorial con los animales en un medio natural que lejos de ser hostil entra en profunda relación con él y con los demás seres que componen dicha tierra.
Es aquí cuando encontramos la segunda razón para afirmar el profundo carpetazo cinematográfico que implica Avatar: el cine comercial puede producir grandes reflexiones en el espectador, puede prácticamente cambiar la vida; el cine hollywoodense, de millonarios recursos y grandes campañas publicitarias, abandona el cliché en el que el mundo sufre una amenaza alienígena para resemantizar éste término -alienígena- y hacer del hombre un extranjero indeseable y enfermo, con un poder destructor irrefrenable, que se convierte en la peor amenaza de un sistema vida en particular: Pandora.
A partir de este giro, Avatar produce en el espectador una experiencia sensorial y emotiva que es al mismo tiempo una crítica radical a la violenta condición humana, a los imperdonables sacrificios, genocidios y extinciones producidos por la afanosa y falsa idea de superioridad que padece el Hombre y a la desacralización y vulgarización de un mundo y una especie que al quedarse sin dioses no supo encontrar motivos para respetarse y respetar su entorno.