Publicado El:Saturday, November 13, 2010
Posteado Por MisterDj1
Se cumplen 25 años de la tragedia que ‘borró del mapa’ al pueblo de Armero o Almeyra en Colombia
Foto: Fotografía de archivo del 17 de noviembre de 1985 que muestra a miembros de la Defensa Civil y la Cruz Roja tratando rescatar a la niña Omayra Sánchez (c), que permaneció atrapada durante sesenta horas entre el fango y estructuras de concreto que no pudieron romperse para rescatarla. EFE/STR/ARCHIVO
En la mañana del 14 de noviembre de 1985 un piloto reveló a Colombia y al mundo a través de la radio que Armero, un próspero municipio del centro del país, había sido, literalmente, “borrado del mapa” tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
Una gigantesca avalancha de lodo y rocas, provocada por el deshielo de miles de toneladas de nieve tras la erupción, había sepultado el 13 de noviembre, en un recorrido de muerte, el casco urbano y a 23.000 de los 25.000 habitantes de Armero.
Hoy, 25 años después, las cicatrices del desastre natural más grande en la historia de Colombia, provocado por esa montaña helada de 5.321 metros de altura sobre el nivel del mar, no se han borrado.
El rostro inocente pero dramático de Omayra Sánchez, la niña símbolo de esa tragedia y quien resultó atrapada en el fango y sus piernas atenazadas por estructuras de concreto que no pudieron romperse, tampoco han desaparecido de la memoria.
Omayra agonizó durante sesenta largas horas en el fango y sucumbió, víctima de una gangrena gaseosa.
La agonía de Omayra, con el fango hasta el cuello, fue seguida por socorristas y periodistas, quienes escucharon de sus labios mensajes para su madre, como que tenía que salir de allí para hacer sus exámenes de fin del curso y porque debía encontrar a su padre, a una tía y a un hermano menor.Pese a los esfuerzos que realizaron los equipos de rescate, finalmente la niña se desvaneció y murió frente a todos esos testigos.
También siguen frescas, pese a los 25 años transcurridos, las imágenes de centenares de los habitantes de Armero, semidesnudos, con pieles de color ceniza, untados de lodo de cabeza a pies y que deambulaban como zombis, con la mirada extraviada y sin rumbo.
Sus casas, los comercios, las iglesias, sus habitantes, parte del hospital, colegios, parques y calles, quedaron sepultados en una enorme sopa, entre café y gris, que a los pocos días era una capa reseca en una gigantesca planicie castigada por el sol canicular de la tierra caliente del trópico.
El cráter Arenas del volcán del Ruiz, conocido también como “el león dormido”, rugió en la noche del 13 de noviembre, lo que produjo el deshielo y el aumento inusitado de los caudales de los ríos Lagunillas y Gualí, así como de algunos arroyos, que desde los casi 6.000 metros de altura descendieron de la mole andina hacia el valle en el que se asentaba Armero.
La erupción produjo la expulsión de flujos de fuego que fundieron los glaciares y la nieve, lo que generó las avalanchas que descendieron por las vertientes y las faldas del volcán, situado a 129 kilómetros al oeste de Bogotá, en la cordillera Central andina colombiana.
La planicie sobre la que se levantaba Armero es hoy un desolado y ardiente camposanto con tumbas, sembrado de cruces, una de ellas gigante en el centro, quizás donde se ubicaba la iglesia principal de la pujante localidad desaparecida y en la que se recostó a orar el Papa Juan Pablo II durante una visita a Colombia en 1986.
Hoy, horas antes de que se cumpla el cuarto de siglo de la tragedia, María Aleida Garzón, madre de Omayra, recordó en la Radio Nacional de Colombia los dramáticos momentos que padeció.
Sus últimos recuerdos de Armero son los de un pueblo “pujante, con gente sonriente y cosechas de algodón, arroz y maní”.
Días antes de la catástrofe había viajado a Bogotá para validar el título de enfermería que recién había recibido y fue allí donde supo de la tragedia.
Desde la capital, escuchó la lenta agonía de una niña por las emisoras, pero no fue hasta el día siguiente cuando vio la fotografía de su propia hija en los periódicos y supo que también habían fallecido su madre y su esposo.
En el lugar en el que presumiblemente está sepultada la casa de los Sánchez, en el barrio Santander de lo que fue Armero, hay un altar. Es una especie de tumba y es de las más visitadas. Allí murió Omayra.
Sobre las lozas hay decenas de letreros de agradecimiento de quienes aseguran haber recibido un milagro y una romería intermitente de personas silenciosas que oran cada año, cuando llegan a llorar y a pedir por sus familiares desaparecidos en la tragedia.
El Servicio Geológico de los Estados Unidos calculó entonces que la masa total de material expulsado, incluyendo magma, fue de 35 millones de toneladas y, según el Journal of Volcanology and Geothermal Research, el dióxido de azufre expulsado en la erupción fue de aproximadamente 700.000 toneladas.
Todos esos materiales arrasaron los 52 barrios y las 70 calles del pueblo, con sus árboles y animales de corral, es decir, borraron del mapa a Armero.