Diversas zonas de Irak fueron escenario de ataques dirigidos principalmente contra las fuerzas de seguridad que dejaron al menos 55 personas muertas
BAGDAD — Diversas zonas de Irak fueron escenario de ataques dirigidos principalmente contra las fuerzas de seguridad que dejaron al menos 55 personas muertas el jueves, en lo que las autoridades calificaron como los "frenéticos intentos" de los insurgentes de mostrar a los civiles que el país está condenado a la violencia en los años venideros.
Las explosiones y balaceras, al parecer coordinadas, tuvieron lugar durante cuatro horas en la capital, Bagdad —donde ocurrieron la mayoría de las muertes_, así como en otras 11 ciudades.
Los ataques afectaron oficinas del gobierno y restaurantes, en tanto que en una de las acciones sucedió cerca de una escuela primaria en el poblado de Misayyib. Cuando menos 225 personas resultaron heridas.
"Lo que ocurre hoy no son simples infracciones a la seguridad, es un fracaso enorme de seguridad y un desastre", dijo Ahmed al-Tamimi, quien trabaja en una oficina del Ministerio de Educación, situado a una calle de distancia de un restaurante que fue blanco de una bomba en el vecindario chií de Kazimiyah, en el norte de Bagdad.
Al-Tamimi hizo un relato de escenas dantescas de fragmentos de carne humana y charcos de sangre en el restaurante.
"Lo que queremos saber es ¿qué estaban haciendo hoy los miles de policías y soldados en Bagdad mientras los terroristas hacían de las suyas en la ciudad y diseminaban la violencia?", agregó.
El Ministerio del Interior culpó a la red terrorista al-Qaida por la violencia.
"Estos ataques son parte de los frenéticos intentos de grupos terroristas para mostrar que la situación de seguridad en Irak nunca será estable", informó el ministerio en un comunicado
La jornada se constituyó en la segunda con atentados de gran envergadura que los insurgentes lanzan de manera intermitente desde que las fuerzas estadounidenses se retiraron a mediados de diciembre de Irán, al término de una intervención de casi 10 años.
Poco después del retiro estadounidense, también estalló una crisis política importante de trasfondo sectario cuando las autoridades, de mayoría chií, dispusieron el arresto del vicepresidente suní Tariq al-Hashemi, al que acusaron de dirigir escuadrones de la muerte que tenían como objetivo a funcionarios y las fuerzas de seguridad.
Ningún grupo se hizo responsable de inmediato por los ataques del jueves, pero el tener como blanco a las fuerzas de seguridad es una característica de al-Qaida.