François Hollande Y Nicolas Sarkozy Las lecciones de la primera ronda de las elecciones presidenciales de Francia son múltiples y algo contradictorias
Por Dominique Moisi
Nota del Editor: Dominique Moisi es un asesor ejecutivo en el Instituto de Relaciones Internacionales de Francia. Es el autor del libro La geopolítica de las emiciones: Cómo la cultura del miedo, la humillación y la esperanza están reformulando el mundo (The Geopolitics of Emotios: How Cultures of Fear, Humiliation, and Hope are Reshaping the World).
(CNN) — Las lecciones de la primera ronda de las elecciones presidenciales de Francia son múltiples y algo contradictorias.
Está, por un lado, la victoria en la primera ronda de alguien que se describe como un "hombre normal" y que es, a pesar de los resultados tan cerrados, el que probablemente será el próximo presidente de Francia: François Hollande. Su falta de carisma no ha sido una desventaja; así de grande fue el rechazo hacia el actual presidente Nicolas Sarkozy.
La buena naturaleza de François Hollande y su sonriente personalidad evoca una mezcla entre Jacques Chirac y Georges Pompidou. Pero uno no debe engañarse: cualquier político exitoso tiene un instinto asesino. Sin embargo, su amigable forma de ser es reconfortante después de la personalidad hiperactiva y agresiva de Sarkozy, cuyo estilo estaba haciendo que las personas estuvieran innecesariamente ansiosas.
Hollande ha logrado convertir la primera ronda en un referéndum contra la personalidad y estilo del actual presidente. Uno podría decir que el comportamiento de Sarkozy lo animó para elegir su estrategia. El presidente hubiera tenido una mejor campaña si hubiera logrado lidiar con una crisis económica sin precedentes con determinación y firmeza.
En el 2007, Sarkozy hizo campaña con esperanza y modernidad. En el 2012, era el candidato del miedo, al atraer a los oponentes que migraron del ala derecha.
No se esperaba en lo más mínimo, pero la participación francesa estaba en un nivel con el que muchos países sueñan: más del 80%. Pero este triunfo aparente de la democracia fue opacado de cierto modo.
Cerca del 20% del electorado votó por el Frente Nacional, el partido de la extrema derecha. Para añadirle sal a la herida, muchos jóvenes votantes apoyaron a la candidata del partido, Marine Le Pen. Se supone que la juventud es sinónimo de esperanza. Con el alza del desempleo y la poca fe en el valor de la Unión Europea, parece que la gente joven, especialmente los que tienen menos educación, están más motivados por el miedo que por la esperanza.
El aumento del populismo de la derecha afecta mayormente a los jóvenes, que uno puede observar desde Hungría hasta Francia, por supuesto que es la consecuencia directa de la crisis económica y social, si no es que también ética, que acosa a Europa una vez más. Sería excesivo hablar de una situación como la de la década de 1930. Esos trágicos años fueron el producto de un encuentro entre la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918 y la Gran Depresión de finales de la década de 1920 y principios de 1930. No estamos ahí y esperamos que nunca lo volvamos a estar.
Sin embargo, en Francia, Sarkozy ha estado jugando con fuego en su intento por seducir a las voces de la extrema derecha. Como Churchill hubiera dicho: “Primero la deshonra y después la derrota”.
En este punto, solo un milagro podría salvar a Sarkozy. En el 2007, la modernidad significaba un llamado a las reformas estructurales. En el 2012, la modernidad parece estar del lado de Hollande cuando hace campaña con la justicia y con la lucha en contra de la injusticia social. En este momento crítico en nuestro mundo global, hay una necesidad de restaurar un contrato social roto por demasiada inequidad. Es un tema tan moderno que le importa al mundo entero, con la posible excepción de la los países nórdicos. Le afecta a los Estados Unidos, al igual que a China, India o Brasil. Los sacrificios solo pueden ser aceptables si parecen ser compartidos de igual manera por todos los segmentos de la sociedad.
¿Qué significaría una victoria de Hollande para Francia y para Europa?
El año es 2012 y no 1981, cuando la izquierda llegó al poder con François Mitterrand por primera vez en la historia de la Quinta República. La Guerra Fría ya terminó, los Rojos son más bien color rosa pálido, las reglas de la unión monetaria son más estrictas de lo que nunca habían sido. El margen para maniobrar en un estado soberano en Europa es extremadamente limitado por la ley tanto como lo es por las circunstancias económicas. Hollande es un demócrata social, no tiene los medios para ser un revolucionario. En lo que a Europa se refiere, Hollande como presidente de Francia solo sería un factor que acelere la lenta evolución de la Unión Europea lejos de una estricta política de austeridad, la que incluso los mismos alemanes están empezando a cuestionar.
¿Un "hombre normal" puede ser la opción correcta para tiempos excepcionales? Harry Truman en los Estados Unidos aceptó el reto. ¿Por qué no Hollande en Francia?
(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Dominique Moisi)