José Antonio Rodríguez en el Ministerio de Cultura es mejor que un intelectual , escritor y/o autor de libros
Santo Domingo,Republica Dominicana.--Cuando a Niní Caffaro lo nombraron en la dirección del Teatro Nacional hubo algunas voces que se levantaron en contra de la medida, argumentando que ese cargo debía ser ocupado por una figura de las artes clásicas, como lo fue Aida Bonnelly de Díaz, Carlos Piantini, Catana de Cuello, y otros renombrados artistas.
Como si las condiciones de buen director de orquesta, violinista o pianista fuera lo determinante para la buena marcha de una institución que, más que todo, lo que requiere es una labor de gestión y de gerencia, de manera que pueda ofrecer un cartel de actividades atractivas, cumpliendo con los postulados que le han dado carácter a la creación de la entidad.
Para eso no se requiere saber tocar la Novena Sinfonía de Bethoveen, ni ser capaz de dar un “pas de deux” del Cascanueces de Chaikovski, como pretenden algunos, que tienen la mente estereotipada, a la usanza antigua, con una especie de “caja de egos” elitista, para tener al teatro secuestrado, solo al servicio de una clase, que desde su óptica es la única en capacidad de tener acceso a las bellas artes y a la cultura.
Si con la designación del cantante popular Niní Caffaro en el Teatro Nacional hubo ruidos, con la de José Antonio Rodríguez en el Ministerio de Cultura lo que ha habido es bulla, pues de nuevo se echa mano a la lanza de Don Quijote para tirarle a los molinos de viento.
Se quiere que el ministro de cultura se un intelectual , escritor, autor de libros, para que la entidad siga siendo lo que ha sido en los últimos años. Una organización que sólo ha trabajado para montar cada año la Feria del Libro, como si a eso se redujeran su labor y funciones.
La cultura abarca un concepto muy amplio que hace tiempo rompió con los esquemas clasistas de otras épocas en que se marginaba al gran pueblo de los elementos que le confieren singularidad.
Qué bueno ha sido que el nuevo titular sea un músico popular y cantante, no un rancio intelectual “apolillado” por las hojas de los libros de las bibliotecas, de esos que al final de cuentas, resultan ser “más espuma que chocolate”.(fuente)