Publicado El:Wednesday, April 17, 2013
Posteado Por MisterDj1
Nino Bravo Un beso y Una flor a 40 años de su muerte
Con el tiempo dirían, dijeron, que Nino Bravo comenzó a ser inmortal el día de su muerte. Que en 1973 comenzó a transformarse en una voz imprescindible para los enamorados, para los esclavizados y los idealistas.
Se hicieron varias versiones de sus canciones con las grabaciones que Polydor (su sello discográfico) había guardado. Juan Carlos Calderón le introdujo guitarras eléctricas a Es el viento y a Esa será mi casa para que sonaran más a Tom Jones. Luis Cobos recreó Noelia y Tú cambiarás con la voz de Nino Bravo a dúo con Raphael y Marcos Llunas. Se filmaron decenas de documentales sobre su vida, sobre su primera participación en un festival de música, el de la canción de Barcelona en 1969, con Tú cambiarás, de Manuel Alejandro. Se recordaron sus primeros años, su nacimiento en Ayelo de Malferit, su llegada a Valencia y el primer pequeño gran clik de su vida, la tarde en la que unos amigos lo escucharon cantar Libero, de Doménico Modugno.
Desde entonces, todo fue complejo para él. Armó un grupo, los Hispánicos, y luego otro, los Supersons. Cantó con ellos en bares y restaurantes, en fiestas, promoviéndose por medio de volantes que dejaba pegados en los postes de Valencia, mientras trabajaba en una joyería. Un día, a comienzos de los 60, cuando su voz empezaba a ser reconocida, el Estado lo obligó a prestar servicio militar. Terminó en Cartagena, Murcia. Allí anduvo dos años, fusil en el hombro, a veces vigilando lo que nunca iba a ocurrir desde una garita, a veces limpiando armas.
Pasados los años correría el rumor de que Libre había nacido en aquellos tiempos, más allá de que él no la hubiese escrito (fue compuesta por José Luis Armenteros y Pablo Herrero).
Sin embargo, más allá de los rumores, algunos amigos de Armenteros y Herrero dejarían constancia de que Libre hablaba del primer alemán que murió intentando atravesar el muro de Berlín. Se llamaba Peter Fechter, y era un obrero de la construcción de 18 años que intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik, de la Alemania del Este. Los dos cayeron baleados en el corredor de la muerte por la Policía. La canción decía:
Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar, pero tras la frontera está su hogar, su mundo, su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es un trozo de metal,
algo que nunca puede detener sus ansias de volar.
Libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar...
...como el ave que escapó de su prisión y puede, al fin, volar...
...como el viento que recoge mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar detrás de la verdad y sabré lo que es,
al fin, la libertad.
Con su amor por bandera se marchó cantando una canción,
marchaba tan feliz que no escuchó la voz que le llamó,
y tendido en el suelo se quedó sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí, brotaban sin cesar...
Cuando Nino Bravo cumplió con su servicio militar no quería saber de la música. Ni de la música ni de nada, dirían sus viejos compañeros de Superson. No obstante, poco a poco, en medio de invitaciones, canciones, propuestas y demás, lo convencieron de que retornara, de que una voz como la suya no podía limitarse a hablar. Nino Bravo dijo sí, y cuando dijo sí, comenzó a llamarse Nino Bravo, aunque en un principio se hubiera opuesto a su nuevo nombre por considerarlo muy de torero, y por lo tanto, muy de muerte (en realidad, se llamaba Luis Manuel Ferri Llopis. Había nacido el 3 de agosto del 1944, y era hijo de Luis Manuel Ferri Esplugues y Consuelo Ferri Molines).
Como Nino Bravo, grabó sus primeras canciones, Es el viento y Como todos. Luego prensó tres discos, se presentó en tres festivales que nunca ganó, viajó por España y por América y se convirtió en un mito.
México, Buenos Aires, Caracas, Bogotá, Quito. La radio y la televisión difundían sus canciones. La gente lo seguía, lo cantaba, y hasta lo inventaba. El 16 de abril del 73, sin embargo, todo cambió. Nino Bravo salió en la mañana desde Valencia, rumbo a Madrid, con algunos amigos con quienes iba a colaborar en una grabación. Su auto, un BMW, se estrelló a la salida de una curva a la altura de Villarubio, Cuenca. Murió en la ambulancia que lo trasladaba a la Ciudad Sanitaria Francisco Franco de Madrid. Entonces surgió la leyenda.