El maquinista llegó al juzgado esposado, con una magulladura y oscuras gafas de sol Tras guardar silencio en la comisaría, Garzón sí habló en el juzgado El interrogatorio tuvo como base un informe que apunta al fallo humano El conductor admitió ante el juez que cometió una imprudencia
El maquinista llegó al juzgado esposado, con una magulladura y oscuras gafas de sol Tras guardar silencio en la comisaría, Garzón sí habló en el juzgado El interrogatorio tuvo como base un informe que apunta al fallo humano El conductor admitió ante el juez que cometió una imprudencia
En libertad con cargos, acusado de 79 delitos de homicidio imprudente, con el pasaporte retirado y sin permiso para conducir trenes. Así salió ayer de los juzgados de Santiago de Compostela el maquinista Garzón, después de declarar como el principal presunto responsable de la catástrofe ferroviaria de Angrois que ayer se cobró una nueva víctima mortal, hasta elevar a 79 el número de fallecidos.
Garzón llegó al juzgado esposado, con gafas de sol y lo que parecía ser una magulladura en el rostro. Según Europa Press, ante el juez admitió que cometió una imprudencia y que tuvo un fallo humano, como sostiene la policía.
La puesta a disposición judicial del maquinista se produjo a las 18.20 horas de ayer, cuando faltaba poco más de 60 minutos para que se agotase el plazo de 72 horas de detención policial preventiva, como ya había adelantado el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quien explicó el sábado que se le imputa un presunto delito de homicidio imprudente, al haber "indicios racionales" de su posible culpabilidad.
Sin embargo, los tres días que José Francisco Garzón Amo estuvo custodiado por la policía, primero en el hospital y después en el calabozo de la comisaría, no sirvieron para que diese ante las autoridades su versión de lo ocurrido el miércoles, cuando el tren que conducía entró en la curva de A Grandeira a una velocidad muy superior a lo permitido, que según las primeras versiones más que duplicaba el límite, de 80 kilómetros a la hora.
Menudo, de 52 años, ferroviario hasta el tuétano, Garzón trató de ocultar tras las gafas de sol oscuras sus emociones en su fugaz paso ante el enjambre de periodistas que se encontraban ante los juzgados del barrio compostelano de Fontiñas. Llegó en un vehículo policial con los cristales tintados, que formaba una comitiva con un furgón y un coche camuflado. En el momento de llegar al edificio de los tribunales no se produjeron incidentes, como los que sí se registraron el pasado sábado cuando Garzón salió del hospital. Según el periódico compostelano El Correo Gallego, familiares de las víctimas le increparon, al considerarlo el responsable de la catástrofe del miércoles. Sin embargo, una de las víctimas, María Sol Echeverría, la mujer que descubrió tras el accidente que estaba embarazada, se afanó por transmitir a la prensa que el maquinista "nos pidió perdón", según relató La Voz de Galicia.
Aunque la ministra de Fomento, Ana Pastor, desmienta que el Gobierno haya culpabilizado al maquinista, desde el mismo miércoles se fue profundizando en el señalamiento oficial de Garzón como responsable de la catástrofe, a partir de la evidencia de que el ferrocarril que guiaba era un tren desbocado, sin que los responsables de la gestión ferroviaria en España admitan que existe alguna posibilidad de que concurra la que sería la otra posible causa del descarrilamiento, un fallo de la máquina.
En Angrois, inmediatamente después del accidente, un Garzón ensangrentado, con una aparatosa herida en la cabeza, se mostró locuaz, pues habló por el teléfono móvil y también con los vecinos que le ayudaron a salir. Las palabras que dijo entonces parecían inculpatorias, al explicar que no había podido parar la máquina y verse impotente tras un siniestro que, por lo que ya se percibía en ese momento, se había cobrado la vida de parte de los pasajeros. También en la conversación que mantuvo en el hospital el jueves con representantes del sindicato de maquinistas, Garzón expresó su profundo pesar y su voluntad, comprensible en esas terribles circunstancias, de haber deseado estar entre las víctimas.