 Al igual que el interior de la Antártida, Marte sigue siendo un lugar inhóspito.
Al igual que el interior de la Antártida, Marte sigue siendo un lugar inhóspito.Para que los seres humanos vivieran en  ese  planeta durante un período significativo de tiempo se necesitaría  del  reciclaje del agua y del aire, así como de los llamados “sistemas de  vida“.
En la estación Concordia en la Antártida (mi  casa actual) lo llamamos “reciclaje  de agua gris”: tomar el agua  generada por las actividades domésticas,  como lavandería, bañarse y  lavar los platos, y reciclarla para otros  usos in situ. Esto se asemeja al sistema utilizado en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Pero hay más ideas que podrían aumentar la duración de la vida humana en Marte.
Así encontremos o no vida allí, hay un deseo de larga data de “terraformar” el Planeta Rojo.
Esto implicaría transformar  artificialmente el  clima y la superficie para permitir que los seres  humanos puedan vivir  allí sin sistemas de soporte de vida.
En su Trilogía marciana,  el autor de  ciencia ficción Kim Stanley Robinson documenta un proceso  de poblamiento  y colonización que provoca una cadena de acontecimientos  que  transforman este planeta rojo en uno verde y más tarde en uno  azul.
En sus Crónicas marcianas, el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury dice que el ser humano usará Marte como refugio.
La presencia humana en Marte cambiaría   inevitablemente el medio ambiente. Fue el escritor HG Wells quien   primero identificó la posibilidad de que los humanos transformen de   manera inconsciente los planetas a través de la biocontaminación que se   desprende de las bacterias y los potenciales microorganismos que traen   consigo.
Creo que las lecciones que hemos  aprendido en el  último siglo a través de la exploración de los polos -y  en particular  de la Antártida- y la ciencia son muy relevantes.  Nuestras delicadas  regiones polares están continuamente amenazadas por  el cambio climático y  son utilizadas a menudo para pronosticar y  rastrear el estado de  nuestro planeta.
Robinson sostiene que cuando se  trata de  investigar los desafíos de enviar una misión tripulada a Marte  “la  Antártida es la mejor analogía; no el salvaje oeste o cualquier  otra  cosa”.
La contaminación de Marte
John Ash, desde el Scott Polar Research  Institute, comentó: “La  contaminación posterior es un factor crítico en  la exploración  espacial, y mucho puede ser aprendido por el trabajo  realizado en  relación con la penetración de los lagos de hielo ocultos  de la  Antártida. Por supuesto, es muy importante no contaminar las  muestras  que pueden ofrecer pruebas científicas de vida extraterrestre,  pero  también hay obligaciones legales”.
Se refiere al Tratado del espacio  exterior, en  el cual están los principios que deben regir las  actividades de los  Estados en la exploración y utilización del espacio  ultraterrestre, como  la Luna y otros cuerpos celestes.
Los métodos utilizados por exploradores polares  anteriores -usando  un sistema de depósito para atravesar el vacío,  desconocido y hostil  interior de la Antártida- podrían adaptarse para  una misión humana a  Marte. Se podría instalar un lugar de depósitos en  órbita, entre Marte y  la Tierra, o una zona de aterrizaje en su  superficie, por medio de los  cuales se enviarían los equipos y  suministros.
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No esforzarse, buscar ni encontrar sería una tragedia aún mayor. Y representaría un gran paso hacia atrás para la humanidad.”
Alexander Kumar, doctor británico que invernó en la Antártida
Al igual que las expediciones polares  dirigidas  por Amundsen, Scott y Shackleton, esto añadiría un factor de  seguridad,  confianza y capacidad de reabastecimiento y permitiría las  reparaciones  en ruta para que la valiente tripulación viaje a lo  desconocido.
En las próximas décadas, podría haber un  nuevo  proceso de reclutamiento de astronautas, esta vez para una  misión  tripulada a Marte. Parodiando el mítico anuncio del periódico de  Ernest  Shackleton, la contratación de la tripulación de una misión   interplanetaria, con los recientes recortes presupuestarios de la NASA,   podría decir: “Se requieren hombres y mujeres para viaje arriesgado.  Bajos sueldos. Frío amargo y largos meses de completa oscuridad.”
El fallecido escritor de ciencia ficción Ray Bradbury nos dejó una advertencia en su cuento Crónica marcianas:   la colonización de Marte se convierte en una necesidad para la   supervivencia del ser humano y los seres humanos huyen de una tierra   atribulada, un hogar roto y un planeta devastado atómicamente.
Si nuestra especie sigue su curso actual, un apocalipsis bíblico podría ser un posible resultado.
Evento de extinción
Al describir la posibilidad de que él  mismo se  parara en la superficie de Marte, Tim Peake (el único  astronauta en  entrenamiento en Reino Unido) me dice: “Sería la  sensación más excitante  imaginable.”
Y añade: “En algún momento,  esperemos que dentro  de muchos, muchos años, la Tierra sufrirá un  evento que la vida humana  no puede tolerar; es decir, un evento de  extinción.
“Si la humanidad quiere sobrevivir como  especie,  en el largo plazo nuestra existencia futura radica en la  colonización  de otros planetas o lunas. Creo que esto es algo que se  puede lograr,  pero se requieren muchos años de pasos paulatinos antes  de que seamos  capaces de colonizar.
“Vivimos en un planeta frágil  que está en un  universo dinámico, así que la exploración tripulada del  espacio no solo  se trata de la búsqueda de nuevo conocimiento, sino  también de una  póliza de seguridad sobre el futuro.”
Muchos escépticos, sin duda, preguntarán  por qué  un país va a decidir invertir en la exploración espacial  futura,  incluida una misión tripulada a Marte, mientras que hay tantos  problemas  sin resolver en nuestro planeta, desde el VIH hasta la  malaria y  pasando por la pobreza.
Algunos piensan que las misiones interplanetarias son una especie de póliza de seguro para la humanidad.
Estarían en lo cierto. Confíen en mí:  soy un  médico que ha viajado a lo largo y ancho del planeta y ha sido  testigo  de los peores efectos de la pobreza, la enfermedad y la guerra.
Las últimas palabras del capitán Robert  Falcon  Scott, dirigidas al público en su diario, hacen eco en voz alta:  “Por el  amor de Dios, cuiden de nuestra gente”.
Sentado en la Antártida 100 años  después,  soñando con Marte, me gustaría actualizar el consejo de Scott  anexándole  a su ecuación el impacto (desconocido para él) de los seres  humanos  sobre la Tierra durante el siglo pasado.
Quiero reiterar: “Por el amor de Dios, cuiden de nuestra gente… y también a nuestro planeta.”
Cuidar es compartir
¿Deberíamos obtener la confianza para  visitar,  contaminar y tal vez colonizar otro planeta cuando parecemos  incapaces  de conservar y cuidar el nuestro?
Tal vez esta constante falta de cuidado por el planeta y su gente nos lleve algún día a irnos de la tierra de una vez por todas.
Sin embargo, como consecuencia de mi experiencia como médico, yo también viajo por el mundo como un explorador científico.
En una solitaria cruz de madera que hay  en la  punta de una montaña en la Antártida, con vista a una ruta hacia  el Polo  Sur, están inscritas unas palabras: “Para esforzarse, buscar, encontrar  y no ceder”.
Estas palabras, tomadas del poema de Sir Alfred  Tennyson, “Ulises”, fueron escritas por el grupo que encontró la carpa  de Scott en memoria del legado de su equipo de expedición.
Entre ellos, mi propio héroe es el  doctor Edward  Wilson, cuyos sueños no se convirtieron en un cementerio  sino que  dejaron un rastro abrasador y un legado para inspirar a las  generaciones  futuras de la ciencia.
Solo al llevar a la humanidad a sus  límites, a  los fondos del océano y del espacio, vamos a hacer  descubrimientos en la  ciencia y la tecnología que pueden ser adaptados  para mejorar la vida  en la Tierra.
Si el origen de la vida como la  conocemos surgió  a partir de un Big Bang en una zona distante del  Universo, tal vez las  soluciones que buscamos a nuestros problemas en  la Tierra también pueden  estar allí.
No esforzarse, buscar ni encontrar sería una tragedia aún mayor. Y representaría un gran paso hacia atrás para la humanidad.
BBC Mundo