Mentiría si dijera que no esperaba un milagro cuando me encontraba en medio de una enfermedad catastrófica, el cáncer, hace casi cinco años.
Por supuesto que lo esperaba.
Aunque me estaban atendiendo brillantes médicos, mis probabilidades de sobrevivir eran aterradoras.
En mi búsqueda de un milagro, utilicé el porcentaje de probabilidades que quedaba en mis manos y participé en actividades descabelladas e irracionales; metería las manos al fuego por algunas de ellas, pero otras me dan un poco de vergüenza.
De manera rutinaria iba a que me clavaran agujas de la cabeza a los pies.
Durante un tiempo tomé hasta 100 cápsulas al día.
En una ocasión un anciano semidesnudo del oriente medio quien, para mi horror se parecía a mi padre, me congeló, me horneó y me masajeó de manera alternada.
Abracé árboles para recibir energía.
También “vibré”, lo cual consistía, básicamente, en sentarse en un sótano frío con un calentador espacial frente a una máquina que parecía motor de cohete con las luces prendiendo y apagando de forma intermitente, junto a algunas personas enfermas, un par de personas deprimidas y un gato que al parecer tampoco se sentía bien.
Al igual que Alicia, me metí en la guarida del conejo. Y lo hice con gusto, feliz y, casi siempre, con buen humor porque a) No iba a dejar piedra sin mover en mi búsqueda por vivir, y b) me di cuenta de que lo mucho que creía saber de medicina, de alimentos y de sanación estaba equivocado o se trataba de información incompleta.
¿Que si creo en estos fenómenos, más allá de los alcances de la ciencia —la energía, la medicina de vibraciones, la sanación espiritual y la conexión cuerpo y mente— que podrían ser, según mi editor, “demasiado cu-cú”?
Digamos que tengo esperanzas, pero me siento insegura a la vez; curiosa y escéptica. En resumen, soy optimista.
El 40% de los estadounidenses también ha recurrido a un amplio rango de terapias poco convencionales, desde la medicina energética hasta complementos herbales, según los Institutos Nacionales del Centro de Salud para la salud Complementaria y Alternativa de se país.
El sinuoso camino hacia el bienestar se encuentra colmado de dudas y visitas nocturnas a sitios web a causa de la renuencia de los médicos y familiares, que gritan “fraude” y “charlatán” a todo aquello fuera de la definición estricta de medicina.
Los estudios clínicos largos y controlados son el estándar de oro en la investigación médica. Pero los ensayos clínicos son muy caros, y aquello que no se puede patentar —como el betabel, la meditación, el ejercicio y la respiración profunda, por mencionar algunas— y que no producirá ningún beneficio económico, no suele ser sujeto de una profunda investigación. (De ahí la expresión: “¡Los pacientes primero, las patentes después!”).
Apenas esta semana, la Asociación Estadounidense del Cáncer publicó una lista de recomendaciones nutricionales y de actividad física para los pacientes con cáncer. Ahí se afirma que “desde 2006 surgió nueva evidencia científica en cuanto a la relación entre la nutrición, la actividad física y los temas de calidad de vida, las condiciones comórbidas, la recurrencia del cáncer, el desarrollo de segundos cánceres primarios y la sobrevivencia general”.
Al reconocer la necesidad de un enfoque holístico, cada vez más investigadores realizan nuevos estudios estandarizados e integradores.
El médico Lorenzo Cohen, del centro MD Anderson's, y sus colegas recaban fondos para un programa integrador de intervención oncológica diseñado para mujeres en etapa 3 del cáncer de mama que incluye recomendaciones nutricionales, actividad física, manejo del estrés y control de contaminantes medioambientales.
La mayoría de los grandes centros médicos también ha descubierto la importancia de un enfoque integrador que incluya especialistas complementarios y los servicios que éstos ofrecen. Pero incluso sin la evidencia pura y dura, la gente cree.
“No siempre es posible encontrar buenos estudios acerca de las prácticas de medicina alternativa. Recordemos que la falta de evidencia no significa necesariamente que el tratamiento no funcione, sino que no ha sido comprobado”, indica el sitio web de la Clínica Mayo.
Así sucede con un miembro del congreso estadounidense que representa al estado de Texas, quien hace poco me dijo que su médico quería recetarle un medicamento para una colitis dolorosa y debilitadora que había padecido durante años. “Le pregunté: '¿Durante cuánto tiempo tengo que tomarlo?' Y me dijo: 'Por el resto de tu vida'. ¡Por el resto de mi vida!”.
El representante se negó y, en lugar de eso, comenzó una dieta que encontró gracias a un grupo de apoyo en línea. “En tres días ya no tenía síntomas. Esto sucedió hace un año. Llamé a mi médico y le dije 'estoy molesto con usted'”.
Este tipo de sanaciones ciertamente desafían nuestros límites de lo creemos que es la medicina y, aun así, hay una asombrosa cantidad de personas que ofrece testimonio de su eficacia.
La doctora Anne Harrington, catedrática de Harvard e historiadora de Ciencia, es autora de The Cure Within (La cura interna). El libro tiene un capítulo que rastrea varios ejemplos históricos de sanación extraordinaria, incluyendo el sucedido en Lourdes, al suroeste de Francia, donde en 1858 una joven campesina de nombre Bernardette Soubirous afirmó que una mujer vestida de blanco (quien se cree era la virgen María) se le había aparecido y la llevó a un manantial de agua dulce.
La gente comenzó a reportar sanaciones tras haber tenido contacto con esa agua. Casi 20 años más tarde, El Vaticano reconoció oficialmente la villa de Lourdes como un lugar sagrado de sanación.
Los peregrinos continúan yendo a la gruta de Lourdes y aún se registran casos de “extraordinarias sanaciones” investigadas por el Lourdes Medical Bureau, constituido por un panel de médicos. Una gran variedad de curaciones mentales y físicas, incluyendo casos de esclerosis múltiple, enfermedades cardiacas, sordera y ceguera, sarcomas y parálisis, ha sido confirmada por los médicos.
Confirmada, pero no explicada.
Harrington opina que no conocemos lo capaces y poderosos que podemos ser en nuestros términos. “Existe un enorme misterio y poder en el simple hecho de existir”, dijo.
¿Acaso de pronto somos demasiado optimistas respecto a estos temas como para casi estar esperando un milagro? Sin lugar a dudas.
Pero el optimismo no es algo malo. El doctor David Servan Schreiber, autor del best-seller Anticancer: A new way of life (Anticáncer: Un nuevo estilo de vida) dijo que aunque no creía en las falsas esperanzas tampoco creía en la desesperanza falsa.
Servan-Schreiber murió de una recaída de cáncer cerebral el año pasado, casi 20 años después de que se le descubriera un tumor maligno que le fue diagnosticado como terminal.
La incertidumbre tampoco es mala. Después de todo, es la base de la curiosidad científica. La ciencia no es una colección de datos grabados en piedra, dice el neurocientífico Beau Lotto. Avanza al probar las suposiciones. Inicia con preguntas y observaciones, al estar abierto a las posibilidades y cómodo con la incertidumbre.