El Museo de la Ciudad de Nueva York inaugura hoy "Ritmo y poder: salsa en Nueva York"
Fotos de músicos y bailarines, documentos audiovisuales, libros e instrumentos de reconocidos artistas presentan la salsa como un movimiento social que dio voz a comunidades latinas, en su mayoría puertorriqueñas y cubanas, que desarrollaron el género y lo llevaron de las calles a los clubes de Nueva York y al mundo.
"La salsa no es solo sobre la inmigración o los pobres. Es alegría, es orgullo latino, es ritmo y poder. Cuenta otras historias que no vemos en la televisión", dijo a Efe el comisario Derrick León Washington.
"Ritmo y poder: salsa en Nueva York", que se exhibirá hasta el 26 de noviembre, va acompañada de charlas y otros eventos que exploran además el papel de las discográficas que elevaron este creciente movimiento hacia una empresa multifacética muy lucrativa.
El comisario explicó que el ritmo "es el poder de la música, el de los cuerpos, el poder es la comunidad unida, nuestro idioma, el activismo del Partido de los Young Lords".
Nacido en Chicago a finales de los 60, este partido integrado por puertorriqueños se movió a Nueva York, donde lucharon por una mejores condiciones en educación, vivienda, trabajos y salarios.
"Poder es cuando la comunidad gritó por sus derechos humanos, pero la música con sus trompetas y trombones también fue muy poderosa, y una industria que dejó mucho dinero", agregó León, quien recordó que los Young Lords promocionaban sus eventos con el pianista Eddie Palmieri y el percusionista Ray Barretto.
La exhibición destaca que en la década de 1970, la creatividad se topó con negocios, medios de comunicación y discográficas lideradas por la Fania Records, que popularizó el nombre "salsa" como un término generalizado para cubrir varios géneros musicales relacionados pero a la vez muy distintos.
Destaca además que "con su inteligencia callejera", Fania Records propulsó a la fama a sus talentosos músicos basados en Nueva York, con campañas publicitarias dirigidas por los fundadores de la discográfica, el abogado Jerry Masucci y el músico Johnny Pacheco.
Ralph Mercado, un prolífico promotor, ayudó a difundir "el evangelio de la salsa", y los creativos diseños de las carátulas de Izzy Sanabria reflejaron la sensibilidadcultural cambiante de aquellos tiempos.
La exhibición está dividida por temas, comenzando por la época del mambo en el famoso y ya desaparecido salón de baile Palladium (1940-1960). También está la sección dedicada a la "salsa y activismo: la voz de la gente" que, a través de fotos y vídeo, acerca al público las luchas por derechos de los sesenta.
Recuerda también el "inquebrantable" comentario social en sus composiciones del músico y cantante Willie Colón, las propuestas de Ray Barretto a grupos de activistas y las "elocuentes" críticas de Rubén Blades sobre las injusticias en las Américas.
Una sección dedicada al baile homenajea a Eddie Torres, uno de los que marcó el estilo de la salsa neoyorquina, y otra repasa el papel de la salsa como fuente de ingresos económicos para los dueños de los clubes y las discográficas.
El público, que hace el recorrido mientras escucha a los artistas de la Fania u otras estrellas del género, también encontrará en la exhibición tesoros del género musical.
Entre ellos destacan timbales, zapatos y chaquetas que pertenecieron a Tito Puente; un vestido y zapatos de Celia Cruz, la "reina de la salsa"; el primer Grammy por el mejor disco que ganó Eddie Palmieri en 1975 por "The Sun of Latin Music" o el trombón de Jimmy Bosch.